Historia del Aceite de Oliva en España

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Los primeros olivos de la Península Ibérica fueron cultivados en Cádiz y Sevilla; Cádiz fue un enclave muy visitado por los fenicios, los cuales mantenían relaciones importantes a través de su puerto, al igual que Sevilla, cuyo río Guadalquivir fue siempre navegable.

Cuando las tropas de Julio Cesar se enfrentaron en Hispania con las de Pompeyo, éstos acamparon entre olivos en la región del Aljarafe que rodea a Sevilla, tradicional enclave de éstos árboles y famoso por su excelente aceite de oliva. La palabra Córdoba significa molino de aceite y las menciones de sus olivares y la calidad del aceite de oliva, por ellos producido ya era famosa desde el tiempo de los romanos, al punto de que el poeta hispano-romano Marcial llamaba a las regiones andaluzas Betis olifera.

La región de Ampurias, inicialmente era una colonia griega rodeada de ciudades íberas cuyos vestigios aún se conservan, fue un importante centro de introducción del olivo, que vio su gran esplendor en la época romana, en las fértiles tierras de Tarragona, lugar donde se producen hasta hoy día excelentes aceites de oliva.


La Unión Europea produce el 80% del aceite de oliva mundial, todo gracias a 2,5 millones de olivicultores.


Los pueblos árabes que recorrieron la península se encontraron con los magníficos olivares. En la época de Al-andalus, se expandieron y mejoraron tanto las técnicas de cultivo como las de obtención del aceite de oliva. Durante los siglos XV y XVII se consolidó la expansión y distribución geográfica de los olivares actuales, cuya mayor densidad de plantaciones se encuentra en el centro de Andalucía y comprende a las provincias de Jaén, Córdoba y Sevilla.

La historia del olivo en el Bajo Aragón es muy parecida a la descrita para todo el área del mediterráneo, dada su proximidad y su peculiar clima similar al levantino. Posiblemente sus introductores fueron los fenicios o los griegos, lo que se sabe es que el cultivo del olivo no alcanzó demasiada importancia hasta la llegada de Escipión según se deduce del libro de Avienus Ora Marítima, en el que se denomina al Ebro “oleum flumen”, esto es, río del aceite.

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La riqueza olivarera de la zona de Alcañiz (Bajo Aragón) queda demostrada en sus magníficos árboles de vida milenaria. De los más antiguos de España, introducidos ya en la comarca por la dominación romana, fue un acierto para la definitiva implantación de este árbol el estímulo con que los regidores de Aragón premiaban su cultivo con Real de Vellón que cada ayuntamiento estaba obligado a pagar por “planzón” al año de la plantada, una vez tomado. De este modo paulatinamente fueron cubriéndose de frondosos olivares serranías y llanos en la zona que el suelo y los propios agentes atmosféricos limitaron, por exigencias del arbolado y provecho del cultivador. En aquel entonces se utilizaban molinos árabes con tracción animal para la extracción del aceite de oliva y prensas de viga movidas a brazo para despachar la cosecha, hasta que hacia 1866 los franceses aportaron nuevas técnicas de fabricación y los aceites de oliva,dejan de ser turbios y ácidos.

A primeros del siglo XX, diversas firmas comerciales de Marsella, Niza, Génova, etc., se instalaron con almacenes en la plaza de Alcañiz para adquirir directamente nuestras aceites de oliva, sin disputa, y ya roto el velo, todas las firmas comerciales de Cataluña y Levante se los disputan y adquieren.

El aceite de oliva es uno de los productos más característicos del Bajo Aragón. El cultivo del olivo vino a cubrir un paro estacional, mediante la dedicación a la recolección de la mano de obra agrícola que, durante los meses de invierno tenía poco empleo en la explotación antes del reciente auge de la fruticultura intensiva. Las condiciones climáticas, por una parte y las propias características de la variedad empeltre, casi exclusivamente cultivada en la zona del Bajo Aragón, producen un aceite de oliva de gran calidad.

El cultivo del olivo en la provincia de Teruel se circunscribe por razones ecológicas (limitación condicionada por la climatología) a la amplia comarca natural del Bajo Aragón. Tradicional es desde hace siglos la figura del olivo a lo largo y ancho de los campos y colinas de la Tierra Baja, habiendo jugado un importante papel a través de los años, en el desarrollo de su economía e influyendo decisivamente en la vida y costumbres de sus gentes.

Los mejores olivos de España se dan en terrenos calizos, frescos y profundos.


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